viernes, 19 de diciembre de 2008

Viaje a Bélgica – Parte II

Nuestro tercer día en Bélgica lo hemos pasado en Bruselas. Cogimos un tren de Louvaine a Bruselas (15 minutos) y bajamos en la Estación Central. Nada más salir de la estación cogimos uno de estos autobuses turísticos que por 15€ te llevan por los puntos turísticos principales de la ciudad. La verdad es que hemos cogido autobuses similares en otros sitios y ha sido una experiencia muy buena (en Paris y Barcelona, por ejemplo), pero en Bruselas fue un poco de perdida de dinero. El autobús turístico nos ha valido únicamente para llevarnos al Atomium, que está algo alejado del centro, y para recoger la parte de los edificios oficiales, pero esto se puede hacer en transporte público, y seguro que saldría bastante más barato.
Pasamos por la Iglesia de San Michel (que se parece a Notre Dame, y es dónde de casan los miembros de la Familia Real), La Bolsa (me acordó el Panteón) y el Palacio Real (que lleva la bandera del país puesta cuando el reye está en la ciudad).

Bajamos en el centro, y caminamos por la Grand Place, la plaza principal de la ciudad, con bonitos y antiguos edificios y llenísima de gente. Un par de días a cada dos años se montan tapices de flores en el medio de la plaza y, según he visto en las postales y en la guía que hemos comprado, es muy bonito. Pero lo que hemos visto el en centro de la plaza fue un inmenso árbol de navidad, muchos turistas haciendo fotos y una curiosa estructura de altavoces, que emitía sonidos de pájaros y animales de la floresta y era muy agradable (mi amiga que vive allí dijo que a cada año cambian el tema de los sonidos, y que el de este año se llamaba “Viaje a la Floresta” o algo parecido).
Nos fuimos a ver el Manneken-Pis, la famosa estatua de un niño desnudo haciendo pis (que se nos meo encima, por cierto…) y las calles del centro, llenas de tiendas de chocolates con vitrinas muy tentadoras…

Antes de comer, tomamos la acertada decisión de visitar el Museo de Instrumentos Musicales. ¡Lo pasé genial! Son más de 6.000 instrumentos de distintos tipos y épocas distribuidos en más de seis plantas de un edificio moderno. Pero lo mejor es que al entrar de dejan cascos, y cuando te aceras a los instrumentos el sonido se activa, y puedes escuchar músicas tocadas por los instrumentos que estás mirando. ¡Una pasada! 5€ muy bien invertidos.
Comimos un plato enorme de patatas fritas o “frites” (es que las patatas fritas son típicas de allí, y casi todos los platos vienen acompañados de ellas) con salchichas, un pincho de pollo y ensalada. Demos una vueltecita más por el centro, y cogimos el tren de vuelta a Louvaine.
Paramos en un restaurante para probar una cerveza que fabrican allí, pero solamente desde noviembre a febrero, o sea, algo muy especial. Se llamaba Domus, como el restaurante, y estaba buenísima. A la vuelta a casa, cena, charlas, y camita…

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